ARRAIGO

En el último giro de los tiempos, una de las cosas que mas hemos perdido es arraigo. En los ochenta, tu principal engarce vital era el sentimiento de pertenencia. Probablemente fuera un sentimiento gregario pero, al fin y al cabo, te sentías miembro de un entorno que en cierta manera te protegía.

Esa protección se manifestaba comprando en las tiendas en las que te conocían, si no por tu nombre sí por tu árbol genealógico, estudiando con los hijos o familiares de aquellos que estudiaron tus aitas, siguiendo al equipo de fútbol de tu barrio o poblado o formando parte de la banda de cartón de las fiestas patronales.

Todo eso ha desaparecido. La movilidad, sea física o mental, se ha disparado y nadie posa el culo o el pensamiento demasiado tiempo en el mismo cuadrante. Y por esa vereda es imposible que sedimente el más mínimo arraigo. Y como además compras por Amazon y con la deserción del comercio local no hay tenderos ni mercados de barrio, en tu calle no te conoce ni Chus. Por lo que tampoco te empeñas demasiado en entablar conversaciones con el vecino en el ascensor ni trabar relaciones en tu entorno.

Con dos excepciones. La primera, la parada de bus o el patio del cole, que son los ecosistemas en los que a los nuevos adultos se nos desarrolla un sentido de la imbecilidad más acentuado. La segunda, la del pintxo-pote, o la quedada colectiva, en la que el que se dispara es el del postureo buenista con estética moderna y enrollada. Los únicos entornos en los que se impone un esfuerzo de arraigo más trolero que un declaración de amor eterno en el Beso Beach de Ibiza.

Y cómo esa pérdida de arraigo se entremezcla con una constricción del concepto de familia, esa que en época de mis aitas se extendía hasta los colaterales de muchos grados (en la mía llegaba hasta los parientes de Briviesca) y ahora se restringe a la línea directa y, a lo sumo, algún primo suelto, te quedas sin referentes sociales más allá de tu puro circulo vital.

La ausencia de arraigo social y perímetro familiar, y esa movilidad geográfica cuyo último grado son los nómadas digitales, que no se relacionan ni con su entorno laboral, genera una atomización de la sociedad en la que impera lo individual. Lo que se constata por ejemplo en una separación, en la que la ausencia de sentimiento de pertenencia, conduce a que los que han visto quebrado su amor hayan de reinventarse.

Cuando en los ochenta no había necesidad de reinventar nada, porque, ante cualquier problema, contabas con el neopreno del arraigo.

Etiquetas
Compartir
Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
Posts relacionados
CENICIENTAS
SUPERCHERIAS
MANIFESTRODOMO