GUS

En un paseo hoy a orillas del Ter con Chica9 lamiendo heridas deportivas, nos los hemos encontrado. Niños cambiando cromos de fútbol. Una de las pocas imágenes que no han cambiado en los últimos cincuenta años. El proscenio era idéntico al que frecuentaba como crio, intercambios de repes en corrillos de a dos, listas de papel cuadriculado de cuaderno de anillas, con círculos y tachones sobre números boli en ristre marcados en el suelo o sobre hombro ajeno, y un poderoso vendiendo los últimos fichajes y ejemplares mas difíciles.

Solo una cosa cambiaba, los padres. En nuestros tiempos te las arreglabas para el intercambio y, a lo sumo, te acercabas con algún amigo, pero ya en la selva del trueque, cada uno se las ingeniaba para hacerse con las mejores presas. Vamos, que era como un safari, pero en lugar de rifle con mira teléscopica llevabas el cromo de Arconada con el ribete de las medias vueltas o el último fichaje de Urtubi cuando retornó al bocho después de la cesión al Mallorca.

Esta mañana, y estoy convencido que en cualquier otra ciudad del país, el que cambiaba es el padre. El hijo a lo sumo acompañaba silente al lado. Pero no solo eso, la voz cantante, no tenemos el 7 de Camerún o tacha el escudo de Serbia era también el padre. Cuando les miraba penando su suerte, me preguntaba cuánto tardarían en darse cuenta de que al que realmente le hacía ilusión acabar la colección, por reminiscencias del pasado, era a él, y no a su hijo.

Es un aprendizaje que a mi me costó varios cientos de euros, la apertura de dos cuentas infantiles en el BBVA con fondeo de capitales, por la única razón de que daban de regalamé una caja de cien sobres de cromos (donde te salía cien veces el mismo lateral del Levante), y corromper a Gustavo. Gus era el chico que trajinaba con las compras en el mercado del Ensanche. También, como me enteré después, era portero de una discoteca de serie B, pero donde de verdad se sacaba el parné era comerciando con ilusiones infantiles en la búsqueda del cromo imposible con el que mercadeaba sin contemplaciones.

Me di cuenta de que el mejor de los atajos para completar la colección de Ediciones Costa (hasta para las colecciones soy un clásico y Pannini siempre me sonó a plato de restaurante italiano chusco), era el de tener de aliado a Gus.

Así que completé dos años la colección, en la última gracias a Gus porque era imposible recolectar a un tercer portero del Villarreal, con nombre Juan Carlos al que nadie le había visto defender una porteria de primera. Me corté la coleta, porque aunque me privaba, hay veces que tienes que hacer gala de un mínimo decoro. Incluso, al ejercer esa perra tarea que es la paternidad. A pesar de mi optimismo, no pude superar que a mi hereu le generaba la misma alegria acabar la colección que abrir una lata de refresco al primer uñazo una tarde de domingo de invierno.

Si algún progenitor cambiacromos lee esto tiene que saber que los hijos son los peores jueces, porque exigen de los padres la perfección y tardan demasiado en perdonar los errores. En cambio, por lo que veo en mi entorno, los nietos miran a los abuelos con esa risueña caridad imberbe. La misma con la que veías las fotos de antepasados que se embuchaban anverso contra reverso en álbumes repletos de nada.

Pero los hijos te regalan, aun sin saberlo, extraños gozos.

Como a mí conocer a Gus, uno de los desarrapados fugitivos del paraíso que engrosa las filas del Bilbao más pijo. Ni que decir tiene que sigo en con contacto con él

Y es que me consiguió el cromo de Juan Carlos. Eso sí que forja una amistad para siempre.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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