ENRIQUE Y EL PRISMA

El asunto de los mamarrachos del Colegio Mayor y sus soflamas idioto machistas me ha impactado. De acuerdo en que no tienen una neurona viva (no se las que yo tendría a su edad) y que lo que gritaban atufa a machirulo de tiempos previos a la Ley Sálica. Eso nos serviría sin ser una centella para concluir que en educación de género hay más millas que recorrer que en la medía maratón de Nueva York.

Pero imputarles un delito penal de odio, me parece, al menos jurídicamente que es sobre lo que puedo tener algún criterio (probablemente errado pero al menos fundamentado) una pura boutade. Al más puro estilo de, lo importante es que el mensaje refulja, aunque tenga menos sustento que la flora intestinal de Carpanta.

Se ha impuesto una sociedad en el que el Derecho, y por extensión los tribunales, se utilizan como un tirachinas.. Una especie del “a la próxima vas a la seño o al maestro” que te soltaban en clase cuando te pasabas mas de la cuenta.

Te cuelas en la cola del supermercado, te saltas sin querer un Ceda el Paso o le dices a un tipo que no respetas su opinión porque carece de lo que se requiere para tener algo parecido a una opinión y te espetan un “Tendrás noticias de mi abogado” o “Nos veremos delante de los Tribunales“.

Aunque sepas que alguien que dice eso no cumple jamás, al decirlo, suelta un orin encima de lo que debe de ser un sistema de justicia, como hace el perro pekinés de tu vecina cuando mea sobre el parterre del portal. Y la mancha amarilla, de corrosiva que es, queda ahi.

En la medida en la que avanzo lastimosamente hacia la fecha en la que me pueda pillar el abono subvencionado en la andanada de Las Ventas, voy adaptando mi forma de interpretar la realidad a aquel prisma básico con el que analizaba la vida cuando crecí en el poblado.

Allí, los juzgados eran una cosa sería (especialmente el de paz) donde se discutía sobre asuntos sesudos como lindes y jornales. Cuando pillaba a algún chaval robando o reduciendo la vida útil a la propiedad público o privada, les ofrecían como alternativa los Servicios a la Comunidad. Que básicamente suponía que les vestieran durante un par de semanas con un mono indigno de color chillón y trabajaban en la Brigadel del Ayuntamiento. Arreglaban los jardines, limpiaban de troncos y plásticos la playa, barrian la plaza después del lunes de mercado o encalaban paredes. Aguantar la rechifla de los compatriotas, el escarnio de las beatas y el ostiazo de su Aita, educada y era una pena superior a la del Código Penal y, sobre todo, centraba mucho más.

Me acuerdo de un tipo, Enrique Ruiz Pedrero, que encarnaba perfectamente ese prisma básico. Como ocurre siempre, por mera justicia distributiva, en el Instituto había un pibonazo que llamaba la atención. El bueno de Quique. Se presentó a su lado y le dijo si quería quedar con él esa tarde y si todo salía bien, pasar juntos el resto de su vida. El No sonó seco como el descorchar de una botella de sidra el gaitero ganada en la tómbola.

Cuando le preguntaron el por qué (llamaba la atención porque no era conocido precisamente como “El Bello” contestó “y si me hubiera dicho que sí?”

No se donde andará pero seguro que ninguno de sus hijos gritará improperios estupidos a mujeres. Sabía cuál era su sitio y lo habrá transmitido a su descendencia.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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