SÉPTIMA DE CCGG; CURRO Y UN VIRUMBRALES.

Cada tarde de toros es como una piñata rellena de caramelos con forma de historia, unas amargas y otras de ambrosía. La de este viernes estaba preñada de estas últimas.

Para comenzar, la tardanza en comenzar el festejo debido al apresurado viaje de Talavante desde Badajoz, cuando fue alertado de la sustitución de Roca tras el akelarre de la víspera. La demora se abrigó por un autosaludo de Padilla a la concurrencia que me recordó a aquellos minutos musicales con los que rellenaban los fallos de conexión en las retransmisiones televisivas de mi niñez.

Los lisarnasios (tomo prestado el Copyright del maestro Marquez) del Puerto de San Lorenzo salieron acompañados de dos Domecqs ventaneros de procedencia Pilar que desarrollaron una mansedumbre adictiva. Muchos de ellos acometieron a la muleta en lugar de embestir, salieron abantos al más puro estilo del encaste, pero contribuyeron a un espectáculo del que nadie (salvo el tío plasta que graznaba contra Ureña en la galería del 5) salió decepcionado.

Como curiosidad de los que salieron del Puerto de la Calderilla el día sexto era uno de los toros más horribles que he visto en mi vida de aficionado. Feo como una blasfemia, amorfo, con cuerna de toro mascota de dibujos animados y un cuerpo, al que no pertenecía por geometría la cabeza. al que le habían olvidado incorporar el pescuezo. Vamos, un cromo.

Y es que la presentación ha tenido tela. El primero la personificación del destartale, segundo y tercero justitos de remate. El quinto en cambio me pareció un galán.

La tarde se presentaba como de resaca tras la catarsis del día anterior y, en cambio, nos llevamos una faena de las que hieren el alma y dejan rescoldo de brasas ardientes. La de Ureña al tercero, labor culminada por una estocada a ley de la que salió catapultado por los aires. Faena que no debió de ser músicada por que su banda sonora era la de la pulsión de lucha que se estaba viviendo en la arena.

El lisarnasio acometia a empellones y el de Lorca tuvo que derrochar poderío y aguantar media docena de miradas de esas que te lanza un dominicano si te pasas media noche bailando con su novia bachata en la discoteca.

Llegó a recibir al sexto directamente desde una enfermería que ha estado está semana más concurrida que la txozna de Gogorregi. La misma en la que dejó varado, como un náufrago, a Azuquita que se estampó en la barrera perseguido por el tercer como se clavaba el conejo de Looney Tunes en el frontal de la máquina del tren en la promo de los dibujos. Su cara a la salida de la plaza era la viva imagen del aturdimiento.

Faena de atropellar la razón pero no con tremendismo menesteroso, sino con maestría. El toro no quería dejarse ligar pero él lo consigo a base de constancia y buen hacer. Pena que la espada cayese caída lo que no oscurece la magnífica tarde de un torero ya de Bilbao, al que se hizo saludar nada más romper el paseíllo por la gesta de 2019.

Talavante vino con los tantos cobrados en la buchaca tras su salida por la puerta grande del miércoles. Así que aprovechó el magnífico pitón derecho del segundo sin pisar el acelerador. mientras que en el quinto nos llevo directamente al parque temático de la mentira taurina entre toreo al hilo, pases por las afueras y terrenos ventajistas.

Sobre Morante sólo decir que si hubiera sido Pedrito de Portugal quien se hubiera vestido así (a mi compadre JA le recordaba a los camareros de la Sociedad Bilbaina de los setenta) le tiran del Pagasarri. Y que ni el lote ni sobre todo la ganadería se ajustaron a su arte, por lo que se limitó a obsequiarnos con unos chispazos discontinuos dé la felicidad. Que como todo lo discontinuo te deja con más hambre de la que tenías al inicio de la comida.

Lo de hoy de Morante es como si entras en un bar a que te preparen un copazo con amor, (en vaso helado con profusión de hielo y limón exprimido) y te sirven un tang en un vaso de plástico y te dan una pajita para que renuevas los polvos.