PALUSTRE

Como la política actual me resulta antilujuriosa e inescrutable, he pegado lo que, en términos de selección ganadera, conocen como el salto para atrás. Así que ando tratando de buscar referentes de la ruina de hogaño en el tiempo que nos trajo hasta aquí, que sin duda es la Segunda República, la cruenta guerra civil y el revanchismo lapidario de los primeros años del posguerra.

Reconozco que me ocurre lo mismo con el taurineo. Sin despechos ni arcaismos negacionistas propios de Abuelo Cebolleta, me atrae más la tauromaquia sepia, lo que escriben los revisteros de Felix Rodríguez o Mondeño, por poner dos ejemplos de distintas edades, que la tabarra actual que me genera una suerte de modorra.

Por esa senda, me di de bruces con una figura, que se me había aparecido en fogonazos pero a la que no había prestado la debida atención. Cipriano Mera, de Tetuán de las Victorias, enjuto, con cara de viejo, anarquista heterodoxo. Con la atracción que tiene para mi la heterodoxia de carácter.

En seis meses me he leído todo lo que se ha escrito de el, en papel y en Internet. He devorado varios documentales. Y me he adentrado en la importancia del anarquismo en el siglo XIX. Figuras como Durruti, García Oliver, Federica Monten o Ascasso o Ricardo Sanz en la pre y en la Guerra, y Quico Sabaté capitaneado a los maquis.

Pero me quedo con Mera, madrileño coriáceo. Dispuesto a luchar con uñas y dientes por una pasión, la libertad del individuo, que le hizo llegar, como puerto de destino, a un anarquismo social. Ese mismo que tuteló oda su vida con pulsión propia de proselitista irreductible.

Le llamaban el viejo y en su biografía no hay espacio para interludios. De la cuna a buscarse en la vida en la calle, porque sus padres, además de pobres fueron prolíficos. Del andamio al sindicato de la construcción. De la cárcel del que fue liberado el 18 de julio del 36, directo y sin pasar por casa al Cuartel de la Montaña, donde se había amotinado Fanjul. De ahí, a las Milicias Anarquistas, para tragarse el sapo de la adscripción al Ejército Popular cuando había tanto repudiado los galones.

De Teniente Coronel del Cuarto Regimiento al destierro africano, desde donde no embarcòó destino a Sudamérica por solidaridad de clase. Condenado a muerte e indultado, le dio el tiempo justo de recoger a su familia y huir a Francia. Donde cumplió la predicción que tantas veces formulara durante el trienio bélico.

”Cuando termine la Guerra, el teniente coronel Cipriano Mera dejará las armas para volver a empuñar el palustre",

Y así fue, para, por una de esas piruetas del destino, (que padeció también Dionisio Ridruejo) morir unos días después de Franco.

He disfrutado estos meses aprendiendo como labrar lealtades negociables.

Y he entendido porque mi Amuma, republicana, decía siempre que la guerra no la ganaron los nacionales sino la perdió una república con sus guerras intestinas entre chinos comunistas y CNTeros.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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