CORRIDA DEL ANIVERSARIO

Vuelta a los tendidos de Vista Alegre con mitad de ilusión (por recuperar el vicio) y mitad prevención (por ver quienes habían viajado al valle del Josafat desde el último encuentro).

Nuestros nuevos gestores nos han premiado con la diversidad cromática en los tendidos y con dos marcadores electrónicos. Esos que sirven para presentarnos a los actuantes, humanos y semovientes, como si estuviéramos en la gala de los Goya. Los mismos marcadores que llegaron a San Mamés (marca Mitsubishi Conection) para el Mundial 82 (justo cuarenta años años antes).

Como la fiesta son recuerdos, ahí van los míos de las corridas de junio de Bilbao. Una corrida de la prensa de Sepúlveda con Espartaco y Roberto Domínguez cortando una ensalada de orejas y un poco más tarde, una de Ponce y Talavante con los Garcigrandes también grandiosa. Y la primera del nuevo ciclo del aniversario (antes liberación y prensa) en la que JT lidió Zalduendo en otra tarde de calor tórrido.

Caballitos como entremés. Debutaba un joven estelles, Pablo Hermoso de Mendoza, del que no teníamos noticia en esta plaza. Anduvo menesteroso, tratando de rebañar una carrera al de San Pelayo, un marmolillo que adquirió durante la lidia la condición de bolardo. Mas o menos como rebuscan en el fondo de la cazuela los hijos de Chica9 cuando vuelven una madrugada de fiesta.

Manzanares, cortó en su primero una oreja de la nueva normalidad, (esa que la gente trae pedida desde casa). Faena perpetrada ante un oponente que, de buen tipo que era le ofreció compartir la pipa de la paz, sin dirigirle ni una mala mirada ni una mala acción. Tenía, al igual que su hermano segundo, pinta de torezno anovillado y carita escuchimizada, cono si hubiera pasado tres veces el Covid. Para cerrar comparecencia, se enfrentó con una ventolera, de esas en las que vuelan bolas de heno en las películas del oeste, en la que se conforma con componer embestidas en medios pases o tres cuartos de pase que nada dicen. Queríamos una copa de coñac y nos han echado una Fanta de naranja con mil hielos por si cuela.

Talavante tuvo que atender a una babosa, al que su picador le anticipó la condición de barresuelos. En su segundo, que fue el que más demostró que el apellido de bravo del gen del toro de lidia, nos regaló a fascículos la leyenda del torero errabundo. Pésima colocación y dando la pista, a quien quiera verla, de que no manda, sino que se dedica a pasar por allí. Mas o menos como cuando te invitan a una exposición de fotografía de la hija de un amigo, y te la tienes que zampar.

Roca Rey hizo el paseíllo vestido de arcada y azabache, que es como si sales a pegar sustos en pasaje del terror en el Parque de Atracciones vestido de tonadillera y con castañuelas en la mano. Se impuso a este hándicap tirando de poderío, y asustando al miedo. Tuvo suerte con el lote, ya que gozaba del atributo principal que necesita su toreo, la movilidad, En dos modalidades, la enclasada de su primero, menudo pitón derecho que tenia el angelito, y la geniuda y mansurrona de su segundo, al que casi no picó. Te puede gustar más o menos, pero la realidad es que me ha recordado a Espartaco, que hacía embestir al Torico de Teruel (hoy descoyuntado) y hacía feliz a la plebe.

Y hoy la plebe la integraban, quitando los irreductibles, mayoritariamente veinteañeros acicalados que pensaban que el Cossio era un revitalizador facial (probablemente puta falta que hace saber qué es)

Se le pidió la segunda en la que cerró encierro (Ese mismo que perdieron los Ben Hures de la mula cuando le llevaban a rendir cuentas ante el Creador) con la fuerza e ingenuidad del que no conoce el engrase que abre los goznes de una puerta. Esa que preserva el que llegó al palco al mismo tiempo que los marcadores a San Mamés,