CORCHERAS

En Gernika, la construcción de la piscina municipal tuvo eco de progreso futurista. Otra cosa es lo que vino después.

Hasta entonces en la zona sólo estaba el frontón, que para eso éramos guardianes del fuero viejo, el parque de la estación de los bomberos y el campo de tierra del Instituto. El mismo en el que se disputaban los partidos que organizaba el imperturbable Magullón.

Aquellas infraestructuras eran pedestres, nada que comparar con la piscina. Eran  tiempos de baños en verano, chapuzones en la playa, en el río del campamento, con el agua a punto de congelación o en la presa de Huerca. Y nadie nadaba. Te refrescabas, te dejabas llevar por la corriente o brincabas delante de las olas. Pero de nadar nada, y las mariposas eran primas hermanas de las libelulas.

Así que la inauguración de la piscina fue todo un acontecimiento. En una sociedad clerical como aquella, no podía fallar el pater bendiciendo la neoconstrucción. Al aroma del acontecimiento acudía todo el pueblo. Repletas las gradas para ver, sin mirar, a unos tipos de Bilbao, que el progreso entonces quedaba en a capital, con bañador de competición y gorro de Speedo. Entonces, nuestros poros rezumaban simpleza y no mirábamos más allá de Izaro, con lo que los únicos gorros que conocíamos eran aquellos de flores con los que chapoteaban nuestras amas por aquello de preservar la permanente y nadie rompía ese consenso por el que los bañadores cortos eran de mariquitas. 

Sólo recuerdo de aquel día que, a pesar de que era invierno, hacia un calor del carajo, y que la competición me pareció tan sumamente aburrida como el estudio de la reproducción del Caracol invertebrado.

Cuando empezamos a sufrir aquella piscina fue poco después.

A algún lumbrera se le ocurrió que a los escolares del poblado nos convenía ejercitar en el agua, por aquello de las costumbres saludables. Se contrato a un monitor y me imagino que había que darle contenido a su función didáctica.

De lo que nadie se dio cuenta es que en noviembre y diciembre, a las 10 de la mañana, (que es cuando íbamos y volvíamos) el frío y la humedad eran, en aquel paseo que recorríamos, las mismas que en el puerto de Hamburgo una medianoche. Y, por esa y otras razones, que ahora desarrollaré, comenzó la procesión de las deserciones:

- El que no sabía nadar, no volvió a partir de que el primer día le humillaran con unos manguitos de forespan, en la zona en la que se hacía pie y casi se ahoga abrazado a la corchera, Pensó, con acierto, que se descojonasen de otro.

- La Tetona que no soportaba que los salidos (la práctica mayoria) no le quitaran ojo del escote con cara de patibularios 

- El Gordo, (homenaje al que había en todas las clases), que usaba el bañador con el que se bañó Fraga en Palomares. Pensó  que sus lorzas eran privadas y privativas y que nadie le iba a clavar en los blandos el dedo índice.

- La Suelta decidió que era una ordinariez el bañarse en comuna por lo que, aprovechando que estábamos en un colegio de monjas, decidió fumarse la piscina con la excusa de que volvía a tener el periodo (diez veces en una semana). Estoy indispuesta clamaba la jodida.

- El Papilomas que no se había mirado la planta del pié desde que nació hasta que llegó a la piscina. No eran hongos, eran cráteres, y el contacto con la humedad desataba la flora de aquel ecosistema

Con el reguero de bajas y que el monitor era un cretino que nos obligaba a correr la mitad de la clase por el exterior para calentar (nunca he entendido para que había que calentar para bañase), aquello fue degenerando,

Eso unido a que a un pobre diablo le dio una parálisis facial por no secarse el pelo un día que salimos a bajo cero y que, en cuanto descubrimos que los orines no detonaban un líquido rojo que te seguía, todo el mundo meaba y la temperatura era de jacuzzi, se intuía que el desastre se avecinaba.

Y explotó definitivamente, cuando el Rafa Pinilla, actual insigne frutero con denarios, hizo un puente en los cables de los secadores provocando un cortocircuito, lo que se cortocicuitó fue nuestro bautismo acuático y se cancelaron las clases.

Lo mejor que nos pudo pasar. Al fin y al cabo, jamás seríamos Mark Spitz.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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