KRíPTONITA

Donde más percibes los costurones que te va tirando el paso de los años es en la forma en la que vislumbras tu epitafio.

De crío, cuando los sueños aún no se han licuado con el aguachirle del posibilismo, vuelan hacia tu nombre en el Hall of Fame del Basket o que te recuerden marcando el gol decisivo que de por fin un título al Athletic.

Pero el tiempo pasa, y va mostrando a tus muertos sobre tu pantalón de pana.

Como siempre ocurre, terminas visulmbrándolo en piel ajena. Por aquello de que nadie acostumbra a gastar clarividencia para sí mismo.

Me ha ocurrido tras este paréntesis vital que nos ha traído la pandemia. El reencuentro con alguno de los que hasta hace poco consideraba libres de envejecer y dotados de poder inagotable me ha bancado las criticas (como dicen los argentinos)

Es como si les hubiera impactado en la médula espinal la metralla de su propia kriptonita. Al último superhéroe que me quedaba. Me lo crucé ayer. Los ojos le habían perdido brillo y en su mitad sólo se atisba un punto apagado de grafito. La voz se le había enronquecido. Me confesó que había descubierto, muy a su pesar, una nueva sensacion. La de molestar en todas partes.

Que las dependientas de las tiendas le silabeén las palabras como si fueras sordo o, simplemente imbécil. Que la cajera del súper le sonría con condescendencia cuando sus dedos se enredan en el monedero y no aciertan a sacar las vueltas exactas de la compra. Y el bufido que sientes en tu cuello cuando la cola que se impacienta: vamos abuelo, tenemos cosas importantes que resolver, échese a un lado.

Me contaba que durante su exitosa vida se había sentido muchas cosas. Cretino, poderoso, cabrón o vencido. Pero que envejecer es mucho más duro. Recordar el rostro del hombre poderoso que fuiste y ver a ese desconocido al otro lado del espejo. Saber que el tiempo se acaba.

Que puedas librarte de la kriptonita, se despidió. Entendí mejor la canción del maestro Krahe que comparte título. Apreté los dientes para tragar el nudo de congoja que me imprimía el pecho y continúe mi viaje hacia el secreto de los días iguales. Aunque ya tenía el veneno inoculado.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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