CARTELERA

Los de pueblo conocíamos la capital tomando como referencia a El Corte Inglés y a los cines. Que entonces eran muchos, casi uno por barrio. Está frente del Consulado, al lado de los Urrutia o en la esquina de los Ideales.

Entonces los cines de Bilbao eran cosa seria. Los había de puro lujo, como el Gran Vía o el Astoria de la Plaza Campuzano. Aforos interminables, colas para las entradas, acomodadores con linterna, sesión continua con ultimo acceso una hora antes de finalizar la proyección.

El cine tenia su propia liturgia, no se improvisaba. Planeábamos el viaje plenos de ilusión. La elección de la película se adoptaba en cónclave familiar, la fumata blanca exigía un consenso que la de los partidos políticos en la transición. Porque al cine se iba en familia, y los de los pueblos en peregrinación iniciática.

Los cines se singularizaban por películas. Porque, entonces, cada cine o cadena compraba una película, en puro riesgo empresarial y la explotaba. Los Ideales apostaban por Indiana Jones o E.T y si la suerte sonreía a la elección disfrutaban del retorno durante varias semanas. Sin ir más lejos, el Izaro de Alameda Urquijo esquivó un cierre asegurado por el éxito del cruce de piernas de Sharon Stone en Instinto Básico, lo que le permitió extender su metraje triplicando salas bajo la nueva marca de Mikeldi.

En otros casos la diferenciación venia dado por temáticas. El Abando de la calle Autonomía se especializó en Cine (S) lo que le granjeó la asistencia de salidos y jóvenes preñados de testosterona. El mismo jaez tomaron los Abra de los bajos de los rascacielos de Zabalburu, esos que nacieron para cobijar apartamentos exclusivos y han envejecido peor que el C.D.S.

Además, como era el primero de la cartelera, la lívido se disparaba al lector, que iba esquivando el punto del estreno, el cuadrado del tolerado, y el n.r., acrónimo del no recomendado.

Bilbao era plaza de teatro, por lo que había cines, como el Ayala y el Coliseo que los programan de continuo. Y no solo en Semana Grande, donde llegaban las vicetiples y revistas, sino incluso en el enero de la Villa, como se puede comprobar en la foro que corona este post.

Había cines de varias salas en la misma ubicación como los Ideales, los Astoria o los Multis. Otros diseminados, como los Astoria, con la casa matriz en un lugar y las filiales en otro. Los del centro, como el Carlton, que se inaugura proyectando Lo que el viento se llevó, el Albeniz al inicio de Fernandez del Campo,, el Actualidades en Buenos Aires, el Gran Vía, el Capitol, el Buenos Aires, donde se colaba la ama de Chica9 de niña a ver en la pantalla el mundo que no podía visionar en su vida o la bombonera del Campos.

Y los de los suburbios, como el Santuchu, los tres Urrutia de la Plaza de la Guardia Civil el Gayarre de la calle Prim, o ese mítico Vistarama que gozó el lujo de estrenar la primera pantalla curva para los cinéfilos. Y los ignotos de barrio como el Zurbaran del Barrio Larrazabal o el Banderas de Sarriko.

Había matinales, sesiones golfas, y el cine de la hora de los carameleros, que es como definía mi aita a la primera hora de la tarde que era la que acostumbrábamos en esa tendencia familiar innata a la contraquerencia.

Pero lo que había sobre todo era ilusión, porque todos esos cines eran fabricantes de ilusión. Cada uno de los nombrados un Cinema Paradiso de sabor de menta local.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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