CASAS REGIONALES

Brotaron en los cincuenta y sesenta al calor de la diáspora de los emigrantes. Sobre todo en las grandes ciudades, Madrid y Barcelona, y otras del norte por el aluvión derivado de la necesidad de mano de obra en tiempos de la industrialización.

En Bilbao, recuerdo que había varias y se llamaban centros, probablemente por ser el destino de la diana a la que peregrinaban los lugareños de aquellas latitudes. El leonés, en la calle Nueva, el aragonés en las Calzadas de Mallona, el Extremeño en Iturribide. También los podías encontrar en rededor, como el Salmantino en la calle Francisco Gomez de Barakaldo, donde, hace muchos años, me invitaron a hablar de toros y los parroquianos respondieron a mi rollo con razón, dando cabezadas.

Constituían puntos de encuentro en donde podías encontrar el calor de la hoguera del prójimo,  Y, en cierto modo, una respuesta defensiva para poder seguir perteneciendo a algún lugar. Porque tenías claro que no era aquel al que habías llegado por razones puramente crematisticas.

Las casas regionales se levantaban en torno a dos pilares. La comida y el folclore/iconografia local. Lo regentaban matrimonios que sabían cocinar el verdadero cocido maragato e importaba vino del Bierzo y mantecadas de Astorga. El oriundo llegaba sólo por el olor, al estilo Carpanta, y en los postres echaba una lagrimita viendo el cuadro de Castillo de los Polvazares, del Hoistal San Marcos o el traje típico del Reino de León.

De aque arrejunte salian amigos, parejas entre los hijos y sobre todo, el suplemento vitaminico que siempre da la solidaridad del paisanaje.

Si lo pensamos, es lo mismo que cincuenta años después hace la parroquia sudamericana o rumana que ha desembarcado para ayudarnos a progresar, progresando ellos. Buscar en el aborigen el arrope que no encuentran en el nacional. La diferencia que no necesitan centro regional, alquilan un bar de toda la vida que no ha encontrado sucesión, y se hacen unos asaditos los fines de semana, donde se perfuman escuchando reggaeton, para que aquello se parezca un miaja a  Little Maracay.

En su cúspide, organizaban semanas del centro, que eran el acabose, con folklore local, conferencias, una exposición de fotografía para viajar con el iris a los orígenes, y siempre mucha comida desparramada en una mesa larga con platos de plástico de excursión del cole.. Recuerdo que siempre había lotería del centro regional, a la que había abonados de por vida (y hasta la muerte) y el intercambio de las que cada uno traía de su pueblo generaba una cadena interminable de favores.

Degeneraron. como otras tantas cosas, por el cambio generacional. Los hijos de los emigrantes no se sentían unidos por el cordón umbilical a la tierra patria, sino a aquella en la que se habían criado. El centro les parecía viejuno y mostraba a los ojos del local una diferencia estigmatoria, que no tenian la hombría de poner en positivo (que es lo que realmente era en esta sociedad que alinea en la mediocridad).

Dejaron de comprar la lotería y el bar del centro lo termino alquilando un peruano que vende arepas y ha vendido en wallapop el traje del Reino de León.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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