DIVORCOVID

En un mundo esencialmente tabulado, me encanta detectar imperfecciones no identificadas por parte del sistema. La última con la que me he cruzado, en esta oleada de contagios juveniles, es la gestión del Covid en hijos de padres separados.

El supuesto de hecho es conocido. Adolescente menor de edad que imbuido de efluvios veraniegos y en pleno destete nocturno-alcohólico, se contagia por frotarse con el/la vecino/a durante un botellón colectivo. El percance coincide con el fin de semana en el que culmina la estancia con el padre, que ya tiene preparadas las maletas destino a Benidorm Beach. Lugar en donde quiere dejar atrás los sinsabores de la separación bailando los pajaritos en la terraza de María Jesús y su acordeón.

Todo se complica cuando se conoce que la madre está pasando la canícula en el pueblo paterno en la mitad de Castilla La Vieja. Justo ese al que sólo se llega cogiendo un Alsa al que llaman la diligencia por todo lo que tarda y sus escalas. El padre tenía pensado dejar embarcado al angelito en el bus el lunes con la fresca, calzarse la camiseta sin mangas y salir disparado, pero todo se tuerce por el asunto del virus.

La llamada de la rastreadora sentencia un protocolo pensado para las famolas de los catetos (padre, madre e hijos compartiendo techo), pero nadie ha pensado en el de Benidorm y la Castellana, que además tampoco se hablan demasiado por unos flecos surgidos de las demandas que tienen cruzadas por aquello de la revisión de la pensión cuando él sufrió el ERTE.

El chaval, que conoce el percal lo suficiente como para intuir que aquello va a acabar a tiros, dice que el se queda en casa tan ricamente jugando al Valorant. Lo único que les pide es que le dejen el frigo lleno de lonchas de mortadela y coca colas.

La progenitora opina que ni hablar, que si su padre le dejó ir a aquel botellón, peché con las consecuencias. Este, que se ve que va a perderse el polvazo con el que lleva fábulando una semana con la tetona de Benidorm que ha conocido en Meetic, se agarra a la letra del convenio que dice que esos días son de la madre. Le grita que se vuelva de ese pueblo de mierda, que a él siempre le pareció una especie de Puerto Hurraco, donde bolas de paja corrían por las calles en la hora de la siesta.

Y la rastreadora dando la murga empeñada en que le digan con quien va a estar para encajarle en la agenda del pcr del día en el que venza el plazo de diez días del positivo.

Y todo por Mister Sánchez que no dictó una ley pandémica para preveer conflictos familiares entre separados. En lugar de preocuparse por conflicto internacionales que mirase al terruño, porque el conflicto lo tenía en casa.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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