PAROXISMO

Cuando desde tu atalaya analizas al resto del mundo, no tardas en confirmar la variedad de especímenes. Los hay corajudos, fajadores, sensibleros, ladinos y de los que acostumbran coleccionar derrames y moratones que cubren todos los colores del arco iris.

Trazar concomitancias entre la fauna te sirve para arracimar al genero humano y una de las que siempre se repiten es la de valorar una relación, sea amistosa, sentimental o profesional por lo acontecido en su último tranco. Se olvida lo que ocurrió durante el metraje, con independencia de la duración del mismo, y todo pasa a depender de la escena final que lo tiñe todo del color negro de los cojones de un grillo.

Y como en las más, el último fogonazo suele ser desabrido el retrogusto que te deja la otra persona es el de la amargura. De nada sirve que, en el caso de los amantes, le hayas querido hasta el paroxismo y hayas acariciado a su lado la felicidad o que el amigo diese la cara por ti cuando más lo necesitaste.

Muy al contrario, por aquello de la comparación con lo que esta ocurriendo hogaño la afrenta te parece más profunda y sirve para echar vinagre a la cicatriz del rencor. Está ahí, sin cerrarse, supurando pus, sin hablarlo, pendiente de dar el primer paso y pedir disculpas o explicarse. Ese paso necesario para recorrer la distancia que te separa de la otra persona, tan escasa al inicio aunque como ocurra con los pueblos de mar construidos en laderas se alejan un kilometro a cada mes sin noticias.

Me ha pillado el desprecinto del día con esa idea bicheando en mi cabeza. Me la inoculó Chica9 en la cena que mantuvimos con nuestros compadres P+I, en la que no nos pusimos de acuerdo sobre la necesidad de conversaciones pendientes con quien otrora fue.

Dos bandos aquellos que defendían que creer que hablando se convence a alguien es como creer que sufrir sirve para algo y los que mantenían que hay que dar su chance a que el olvido purificador haga levantar el foco del momento del adiós.

Espadas en alto y hasta la siguiente cena. Al final, la vida es magia porque no sabemos los trucos.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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