CAMISETAS (LOS HOMBRES NO LAS TIRAMOS)

Toda mujer que se haya estrenado en la vida marital lo ha podido comprobar. El género masculino acumula un síndrome de Diógenes en los que a camisetas de manga corta respecta. Vamos, que no sólo no las tiramos ni pa Dios, sino que, por si fuera poco, las indultamos en cada mudanza otorgándoles la condición de objetos irreemplazables.

No voy a tratar de justificarlo, es una malformación congénita. No puede de entenderse de otra forma, que guardes camisetas por razones tan bizantinas como que ganaste el campeonato de futbito de tu pueblo vistiéndola, ser la que te ponías cuando salías el día de la patrona, o la que llevabas en aquella despedida de soltero en la que, por fin, morreaste a la Charito.

Siguen ocupando el fondo del último cajón de tu armario y no puedes evitar una ligera y emocionada caída de ojos cuando topas con ellas buscando otro ropaje. Probablemente, su visión hace que el subconsciente haga abrazar el Peter Pan que todos llevamos dentro y que un día fuimos. Y se hace el amo un estallido de inmadurez que nos hace pensar que el desprendernos de ellas supone que el adulto que nos ha poseído apuntille para siempre al niño que todos llevamos dentro.

Además, como son malas de cojones y suelen estar curradas, empiezan a cuartearse, les salen ronchones y pierden más color que el de un toldo al que el sol pega a plomo, y el cuello se les queda cedido como si fuera un fular, su salvamento empieza a ser difícil de explicar. Más de una riña conyugal he presenciado cuando ella, preñada de la razón que te da el comprobar el espacio inútil que ocupan tantas subnormaladas acumuladas, las tira a una bolsa de basura.

Nuestra reacción es plena de madurez. Cuando te lo confiesan, te mueves como poseído, agitas los brazos en el aire y entre juramentos lanzas al aire una proclama ¿Donde las has tirado?. La respuesta te sabe a matarratas. A un contenedor de basura que eso no lo quieren ni en Caritas para los menesterosos. Solo decir que conozco a alguno que se ha recorrido los contenedores del barrio en los que se ha sumergido con los pies colgando en la búsqueda de su polo de la suerte.

Recuperó anualmente estos pensamientos durante mis vacaciones. Cuando me cruzo con un tipo talludo que viste como una camiseta negra que ya era vieja cuando hizo la primera comunión, con la leyenda Viva Baltanas, Campeonato 1998 Villa de Arnedo o la que sacó el Cola Cao para el Mundial 86 de Basket. Me atrapa cierta emoción, otro soñador al que se le ha escapado la vida y trata de aferrarse garreando mientras luce una camiseta raída.

Pobre diablo.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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