BATINES

Anda mi compadre ME, acendrado como gran reserva desde tiempos universitarios, hechizado por una tienda, Denis Camiseria, en la esquina de Doctor Achucarro e Iparraguirre.

Antes de meterme en materia, he de reconocer que, si algo nos priva a ambos, es la impronta de fidelidad a ultranza pese a la derrota. No nos puede magnetizar nada mas que aquel que preserva su dignidad chapoteando en el lodazal del fracaso, ya sea por haber errado el tiro o, como le pasa al bueno de Denis, por haber sido sepultado por la modernidad.

Definir a la tienda es para mí una ardua tarea. Decir que vive en un perpetuo anacronismo, es quedarme a medio muletazo. Me recuerda a un panteón de gente de tronío, repleto de mármol y dorados para que se note el poderío. Con suelo y paredes enmoquetadas hasta donde llega la madera noble, decoración de moda en la Dictadura de Miguel Primo de Rivera. Reminiscencias todas de quien un día acumuló unos posibles que se le llevan escapando por los sumideros desde hace varias décadas. 

Jamás hemos entrado, no nos atrevemos. Nos invade el mismo respeto que te atrapa al profanar un santo sepulcro o la Pirámide de Keops. Como si estuvieras profanando un templo  cuyas paredes estuvieran impregnadas de historia de la Villa y en sus probadores solo pudieran entrar gentilhiombres.

Exhala aire a cementerio, por mucho que esté en pleno corazón comercial de la Villa: dicho de otra forma, la tienda sigue allí pero la generación de bilbaínos que sabía de su existencia ya ha desaparecido. Y cada hoja que se desprende del calendario arrastra consigo un par de pérdidas de quienes un día fueron fieles clientes.

Me imagino al dependiente abriendo cada mañana El Correo por la página de las esquelas para hundirse en el desanimo, el bueno de Don Manuel, con lo que le gustaba el traje blazer o a quien voy a vender las últimas pantuflas que acabo de recibir si ya no va a estar D. Matías para comprarlas. Con la pandemia habrá habido noches que se habrá metido a las seis de la tarde a la cama incapaz de encadenar más bajas en sus huestes.

Como decía al inicio, lo que irremediablemente nos captura es que en Denis Camiseria no se dejan llevar por el desaliento. A cada temporada nuevo escaparate con gabaneros y perchas repletas de batines con pañuelos de color ocre asomando de los bolsillos. Ultima colección de chalecos de punto ingles, corbatas con medio nudo Windsor con la presión perfecta en el cuello de madera del maniquí. Lucimiento de la remesa de chaquetas tweet, que compraría Carlos de Inglaterra, para el Bilbao British que se arracimaba en las tertulias del Grill del Carlton. Ese que ni esta ni se le espera. En los espacios muertos, bastones y calzadores rematados en cabeza de dogo.

Esfuerzo ímprobo que no obtiene su recompensa. De aquellos que un día lo valoraron, la mayor parte viajaron al Valle de Josafat. Los que no, andan atrincherados en su casa preocupados por si les ponen la tercera dosis de la Pfizer.

Y, además, hace demasiado tiempo que el vestir dejo de ser un arte en esta sociedad. Así, que llaman vestir a lo que es ponerse ropa encima. Si tenéis alguna duda preguntárselo a Denis.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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