VIDEOJUEGOS

Puede que sea consecuencia de la catarsis copera del último mes en mi Bilbao adoptivo (sigo siendo un paria de Gernika), o del gancho al hígado afectivo que ha supuesto el cómo se perdió (el perder es algo inherente al deporte otra cosa es la forma). Pero me doy cuenta de que vivir este frustrado virreinato de finales. no ha hecho otra cosa que poner la puntilla a una evolución personal previa, y por tanto, mi desinterés por el fútbol de estos tiempos ha de ser una cuestión objetiva.

Hablando en plata: el fútbol actual me parece un puto tostón y me quedo con las imágenes en sepia, mi colección de cromos de Ediciones Este pegados con cola Imedio (pon el que prefieras Brizzola o Teo Abajo en la página de la UDSalamanca). Con mis recuerdos del Carrusel Deportivo en el coche paterno con jornada apelotonada en el mismo horario y locutores bramando Gol en Pasaron, en el Petrol o en el Franco Navarro (que esos eran nombres y no los de ahora que se revisten de empresas de seguros o de móviles). Sin VAR, que es una congelación de la vida como aquella que te atrapaba jugando en el patio colegial a Stop Películas.

Excepto en este coitus interruptus de las finales vivo ajeno a lo que ocurre en el fútbol. No me suena ningún nombre, y cuando me veo atrapado contra la barrera en alguna conversación de eruditos que hablan de tácticas y exquisiteces, sólo puedo aportar anécdotas históricas o biográficas, que me convierten a sus ojos en un tío extraño y plomo que guarda en su memoria sucesos que no interesan a nadie y que, en cambio, no sabe de qué marca es el coche a cuyo volante ruge Munian por las calles de la Villa.

En mi defensa, arguyó que conozco a Villalibre porque es del poblado y solía comer chuches sentado en Urbieta (campo en el que deslumbra el mejor equipo del mundo, SD Gernika Club)

Por ejemplo, ando engolosinado estos días por el frustrado fichaje por el Cádiz de la Chelona Rodríguez (quien, en la foto de este blog, tira de redaños para tapar su objetiva inferioridad) tras disputar el Mundial 82 donde hubiese compartido caseta con su compatriota Mágico,. Maldigo entre dientes al Bayern Uerdingen que frustase aquel fichaje y me dejase sin su cromo en el apartado de Últimos Fichajes del álbum. Y a los vuelos de ese recuerdo llego hasta Gilberto Yearwood, sempiterno central hondureño del Valladolid de mi niñez y a la Coneja Cardona, primero compatriota en triunfar en Europa (Elche/At.Madrid)

Y como además, soy taurino,  devoto de la casquería y del lechazo, y abjuro de las redes sociales. Pego tan poco con esta sociedad posmodernica, que me he ido buscando mi propio trocito de cielo, con caparazón biplaza, donde el futbolista gasta melena, pelo ensortijado en el pecho y su aparición en un callejón acojona por impronta. No como ahora, donde parecen salidos de la última edición del ICON, revista de estilismo masculino, tendencias y moda de hombre.

He tenido que tragarme en este abril pandémico ciento ochenta minutos de lo que llaman el mejor espectaculo del mundo para darme cuenta de que el fútbol ha devenido en videojuego (donde puedes dar infinitos pases atrás y mover la pelota en un rondo interminable en el que solo se acercan a la portería al último asalto). Una especie de juego de rol modernista y en technicolor donde se van moviendo piezas en un tablero virtual que lo convierte en la traslación a nuestros tiempos de aquel combate del  Risk ochentero con el que jugábamos en las casas las tardes de lluvia.

Porque ver a mi Athletic y a la Real Sociedad, que siempre acuñaban intensidad y avasallaban como recurso ante su inferioridad técnica, contundencia jugando al fútbol control, al toquecito, me deja descolocado, cariacontecido e irremediablemente alejado de la masa de currutacos de la que huyo despavorido. Ver como el equipo pequeño persigue el balón, como haciamos con catorce años cuando enrolado en el equipo de octavo te enfrentabas a los machotes de COU que te bailaban me hace palidecer.

No tengo ni pajolera idea de los secretos del fútbol moderno, ni de tecnicismos u otras veleidades. Sólo se que no me gusta lo que veo.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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