EL CLUB DEL FUMADOR

Estoy ya cansado de escribir de locales que cierran. Así, que me he decidido a escarbar en aquellos que, por encontrarse desterrados de la sociedad moderna del postureo, pululan en las vísperas de un persianazo más que seguro.

Es un canto a los que un día fueron modernos, para pasar a convertirse en una anécdota comercial, ese montón de ácaros de marchante desprestigiado que se esconden debajo de la alfombra de la evolución (o involucion según se mire) para que nadie los vea.

Esta primera entrega va dedicada a El Club del Fumador, cuya imagen ilustra este post, situada en los primeros números de la calle Colon. Estética setentera, desde el letrero a ese zaguán de entrada que retranquea el escaparate para que pase desapercibido a ojos del viandante ocasional y sólo pueda ser visitado por el curioso vocacional.

Cuando es un escaparate en el que merece deleitarse. Suelo baldosero de loseta oscura, luz indirecta de quirófano encastrada en el techo y anaqueles atiborrados de productos y figuras que nunca te comprarías aunque explotase un holocausto nuclear a pie de calle y fuese el único comercio abierto.

Productos que dejaron de estar de moda en la Dictadura de Primo de Rivera (Miguel no José Antonio). Pipas, cuando en estos tiempos es mas difícil buscar alguien que fume en pipa que sentirte bien tratado tras una gestión en una sucursal bancaria. Esas figuritas de animales de porcelana desparramados en los estantes como si estuvieses en el arca de Noé, con un perro collie guiando al rebaño como si fuese Rantamplan.

Parchises para ocho jugadores, con colores violetas y dados con pulsador propulsados a base de aire en el interior de una hornacina de plástico, ocas con el ánade seragrafiado en el tablero, juegos de viaje como el backgamon o el bridge cuando, desde la irrupción de los bascones, no se ha conocido un vasco que juegue al backgamon o el brige.

El interior es de película de Fellini. Mostrador de madera mellada por el uso, pared trasera acristalada y un despliegue interminable de productos propios de bazar ochentero. Una de esas tiendas que te permiten bichear y pasar el tiempo y de las que sales acompañando en el sentimiento a sus dueños y alucinado de que haya parroquia que siga comprando un mechero de gas propano.

En definitiva, uno de los nuestros.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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