OTOÑAR

El Covid ha convertido a las grandes urbes en áreas espectrales. Por ejemplo, Madrid o Barcelona penan la falta de quien de ordinario sazona sus calles, el turísteo, y son ocupadas por ejemplares locales que, a falta de otras alternativas, han pasado el verano en el asfalto.

Con el sector del espectáculo subsidiado por las parihuelas del Gobierno, y el ocio nocturno al borde del suicidio colectivo, el vulgo no sale de noche. Se atrinchera en casa propia o ajena, y se aplica al descorche de espirituosos, solo o en compañía de otros.

Una de las consecuencias de la pandemia es que el país se ha europeizadlo y las noches se han convertido en un cementerio nuclear. Con una única excepción, la chavaleria, que insuflada de esa capacidad de reinvención propia de los tiempos post acne, esos en los que te crees invencible, se ha aquerenciado en los espacios públicos, (playas, pinares, parkings,..), donde, según me cuenta Chica9, juegan cada noche al gato y al ratón con las milicias que guardan el orden.

En circunstancias normales estaríamos en la rampa de lanzamiento de la vuelta al cole tras la estampida estival. Estaría agonizando la Aste Nagusia, hubiera empezado el pitido agonizante de los goles en los carruseles deportivos y mi hija hubiese comenzado esa inacabable tarea que es para ella el reclutamiento del material escolar para su incorporación a las hordas escolapias.

En definitiva, estaríamos preparándonos para otoñar, ganar nuevamente las rutinas y reponer la caja tras los fastos veraniegos.

Se quejaba amargamente mi compadre GA de que si todo se hubiera mantenido dentro de la normalidad, su futuro y las esperanzas de alguien como él, un ser humano corriente y moliente, hubiera tenido un placido devenir sin sobresaltos en lo que le quedaba de vida, mientras que ahora le toca apretarse los rastrales y volver a pedalear.

Confesaba que no le parecía justo que, cuando había consumido todas las estaciones vitales del hombre moderno, pago de hipoteca sufrida, hombros caídos, ir vestido con la ropa confeccionada en Bangkadesh, paternidad mal llevada, la barriguita, esos ojos soñolientos por un quilombo laboral o emocional, las robinsonadas aceptadas como propias, el ocio en las tardes de las grandes superficies, la Liga, la Champions, cambiar de coche, le asalté ahora este lío de contagios, brotes, PCRs y socialización en conserva.

Cuando el solo ha hecho una cosa, desear las cosas que le dijeron que debía desear, le sale el genio de la lámpara y le atiza con un lío de esta índole que le nubla su futuro y le complica la vuelta a sus cuarteles de invierno, hacia los que él ya se batía en retirada.

Es lo que hay. Barajar y esperar a ver el resto de cartas que robas del mazo.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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