QUERULANCIAS

Una de las consecuencias que trae de la mano el ir cumpliendo añadas es que el pasado emerge con una fuerza extrema. Es como si después de mantenerse silente, larvado en tu interior, se derramase ante ti con ese aroma que te recuerda aquel baldón que asumiste con los tuyos y que te obliga a su perduración.

Suele asumir forma de recuerdos deslavados, imágenes en sepia, tiempos que se han quedado yermos, amarillos, y fotogramas de una comida, la luz de una noche o el día que acompañaste a tu ama o aita a realizar una tarea que entonces te pareció inocua pero que, por la razón que fuera, se te quedó grabada a fuego.

El mundo de los recuerdos también es capaz de tamizarse hasta la pituitaria o las glándulas salivares y activar un flash back en mi cerebro, cuando varias decadas después, recuperas un sabor. Valga el de la ensaladilla rusa que dejaba preparada mi ama para la vuelta de la playa o un olor, el de la arena de las marismas de Busturipunte cuando la levantaba mi aita en busca de gusana que le sirviera para carnada. La misma que guardaba en una lata de hierro roñada por el salitre mientras el aita de mi compadre FL, recolectaba magurios.

A lo largo de esa vereda, me he dado cuenta que mi aita y sus contemporáneos nunca llevaron pantalones cortos, me imagino que porque consideraban que un Vasco que saca a la luz su pantorrilla pierde toda su dignidad. Cuarenta años después se lo recordé a su nieto en la Caleta cuando vimos el traje de faena de la metropolitana gaditana, Xabier, toda la autoridad se pierde si se ejerce embutido en unas bermudas.

Tampoco llevaban camisetas de manga corta, salvo para hacer deporte, que entonces se restringía al fútbol y al frontón, o, de felpa, para parapetarse del frío húmedo del Urdaibai. Camisas de manga larga de algodón en dos modalidades, mahón o cuadros, remangadas, Método vuelta y vuelta, hasta el bajo bíceps. Los nikies llegaron muchos después, con cuello, justo después de nos colonizase la modernidad, que en aquellos tiempos no llegaba al Urdaibai, se quedaba embotellada en los semáforos de Amorebieta.

Lo que no haba entonces era querulantes. Ni si quiere se quejaban, más que nada porque pensaban que el derecho a la queja no existía. Aquella existencia,era la que tenías, no había alternativas, tan claro como que nadie cambiaba de pareja si no se quedaba viudo. Y eran más felices,....

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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