CUADRAGÉSIMO OCTAVO DÍA DEL APOCALIPSIS: LA COLA

Una de las innovaciones que ha traído el Apocalipsis es la forma de hacer cola. Digamos que el I+D+I de la pandemia, que se ha plasmado en otras disciplinas como pueden ser la vestimenta o la forma de cruzarnos por la calle con los congéneres pegando un refilonazo anti contagios tiene su manifestación propia en las colas que se hacen cuando uno espera. Que si algo hemos hecho durante estos días es esperar.

Hasta el acaecimiento del confinamiento, las colas se hacían en línea recta. Esto es, tu llegabas a un banco, institución, restaurante, supermercado, tienda o colmado y, después de penar en silencio por la tabarra que te ibas enjaretar aguardando turno, esperabas a la espalda del paisano anterior, al estilo de un desfile militar.

Ahora, las colas ya no se hacen en trazo recto, sino que adoptan distintas morfologías, tan disparatadas como muchos de los avatares de estos tiempos recios. 

La más típica es la del zig zag, al estilo de la que se hace en la entrada de la oficina principal de correos de Alameda Urquijo todas las mañanas. Por arte de birli y birloque, el ciudadano que llega a la cola se pone en oblicuo, y el que llega después  mantiene la línea recta. Dentro de las teorías peregrinas que hemos venido acuñando, es como si el virus se cortorcicuitase viajando en diagonal, como si el vuelo sesgado, a la búsqueda del señuelo, lo volatilizase.

Otra receta de las nuevas colas es la de la paradiña. Propia de supermercados u otros lugares de culto en donde, tienes que hacer acopio de guantes, normalmente con más sobe que el virus, que terminas siempre rajando y sacando los dedos, como si fueras un harapiento. Allí también te embadurnan con un gel desintegrador de huellas dactilares. Llegas al local, haces la paradiña, pasas cuando la chica te da el placet, y pasas al supermercado,.

La tercera que he descifrado es la propia de las tiendas pequeñas. Cola acera, también llamada cola escaparate. Solo entra en el local el cliente que tiene el turno y, cuando sale, pasa el testigo a primer suplente que bien está atornillado a la acera como un marmolillo o bien encastrado en el escaparate.

Y finalmente están las del Mercado de la Ribera, que es de visita obligada en estos tiempos, como lugar en peligro de extinción en el que te vuelves a reencontrar con el  calor humano. El recorrido por los pasillos es como un slalom gigante de esquí alpino, esquivando puertas en forma de compatriotas. Ahí la cola es arracimada dejando un metro de distancia del expositor. Una nueva sinrazón.

A ver cuando dejamos de esperar o por lo menos lo hacemos en línea recta, como toda la vida.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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