CUADRAGÉSIMO SEXTO DÍA DEL APOCALIPSIS: LA ZANAHORIA

Lo malo, (aun peor si cabe como de Malaga a Malagón) del confinamiento es que ha explotado en el meollo de los nuevos tiempos, ese el que llaman la energía punto cero O vacío cuantico.

Vamos, que nos ha cogido dando vueltas como una peonza en torno al mismo azulejo, (biribueltas dirían en mi pueblo), aplicando unas formas de relación que se habían impuesto a raíz del estilo de vida huidizo y vertiginoso que nos habíamos auto impuesto. Del que, por decirlo todo, solo salvábamos la cañas del viernes por la tarde, que habíamos convertido en un parque temático del roce social y hoguera de las vanidades local.

En aquel cosmos la gente tenía cada ces menos tiempo para los demás, porque para preocuparse por los demás, ya están los demás. Es tan triste como suena. El poco rato que nos liberábamos de nuestros horarios, preocupaciones o compromisos, reales o impuestos, los ocupábamos en ver series, esas modernas de enteradillos, que, en han sustituido en la nueva centuria a los documentales de animales de La 2, esos de cuya visión que alardeaban en la década de los ochenta todos aquellos a los que realmente les gustaba desternillarse con las simplezas de las películas de Pajares y Esteso.

La clave estaba en que, con la yincana que se había convertido tu vida, al hollar la cima de tu casa solo te quedaba energía para, navegar por Internet o cualquier faena que no te exigiera penar mucho. No fuera a ser que ganases la clarividencia de un monje tibetano y esta te mostrase el vodevil en el que se había convertido tu deambular.

Ahora que estamos en pause, la gente se acuerda de los amigos de la infancia, de aquellos compañeros con los que hiciste la mili, de la pléyade de ex que se han colado por el escotillón de tu vida amorosa, e, incluso, te preguntas que habrá sido de aquel rubio con gafas de Fignon, con el que viajaste a estudiar inglés en Bristol en el verano del ochenta y seis. La prescripción de las prisas, te permite pensar con tranquilidad, y rescatas recuerdos, como pateras en el estrecho un día de calma chicha.

Por ejemplo, una pléyade de tipos enganchados al Meetic y a otro tipo de aplicación de chico busca chica o cualquier otro tipo de combinación de dos factores. Pagan una pasta, solo porque les desbrocen el camino y les pongan el balón en el círculo de cal desde donde solo tengan que tirar el penalty. Desprecio lacónico a la liturgia de la conquista. Salir y conocer a alguien que te guste y viceversa, buscarse afinidades, hallar una pizca de complicidad, cauterizar cicatrices de relaciones pasadas e impurezas de carácter que puedan mandar al traste a la relación,,,

Todo eso exige un tiempo y un esfuerzo que muchos no están dispuestos a derrochar, entonces buscan fórmulas cómodas, rápidas, asépticas que te puedan llevar directamente al penalty. Y, si el balón te sale a a luna o los nervios te trastabillan como a Alejo el del Celta de mis compadres los hermanos AR, vuelta a empezar, pero siempre desde el penalty.

El sábado, el Mr Sanchez más desbordado nos empezó a enseñar el fondo del color naranja que se entrevé al final del camino. El color de la zanahoria que, en forma de deporte o paseo al aire libre, reemplazo de tinte en la peluquería, cena con mamparas o metro cuadrado de arena en un verano que pinta cada vez más a espejismo en Sidi Ifni.

Pero no nos damos cuenta que, naranja, es también el color de las prisas.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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