Avanti tutti, a tutti jorobi, es la jerigonza que se clama a modo de soniquete en la mítica Carrera de Camellos. Esa barraca que llega en fiestas, todos los veranos, y en la que se trata de embocar las bolas en unos agujeros que propulsan al cuadrúpedo hasta la meta.
Mr Sanchez ejerció de barraquero flanqueandonos la salida con infante y las calles, otrora vacías, se anegaron. Al más puro estilo latino salieron los aplaudidores, los escépticos, los de la segunda residencia, los de la primera, los antitaurinos, los hinchas del Español de Barcelona, los del club de petanca y, por supuesto, los de Itaka.
Vamos, que, como era domingo y el clima acompañaba, salió todo Dios. Y claro está, como en el área de los mil metros de la casa, pillaba la avenida frondosa o el paseo marítimo, nadie iba a ser tan lila como para pegarse el garbeo por el callejón de mala muerte o la calle de los meados.
Como las moscas a la miel, el bulevar de marras atestado y la grey sentada en alegre camaradería en el pretil viendo el mar. Que bastante tiempo llevo viendo las bragas de la vecina colgadas en el patio al lado de la camiseta interior de tirantes del becerro de su marido, una réplica de la que llevaban los de la selección italiana por debajo de la azurra en el Mundial 82.
Eso si, bien juntitos, que no corra el aire, como muestra la foto. En ese pensamiento pendular tan típico de los pueblos mediterráneos. Aún recuerdo el año 2011, ese en el que prohibieron fumar en los tugurios. En veinticuatro horas, el fumar intramuros pasó de ser políticamente correcto, e incluso, socialmente integrador, a convertirte en un apestado.
No sé de qué me extraño. Al fin y al cabo, no es más que otra evidencia exhibicionista de la doble moral que gastamos en la piel de toro. Gustamos de zaherir a un político al que le pillan achispado conduciendo, o nos descojonamos, son sonoridad y chanzas, de la Botella chapurreando un Spanglish propio de desaliño Machadiano, cuando el día anterior hemos vuelto de una boda al volante completamente perfumados y al llegar a la Pérfida Albión, no somos capaces de preguntar ni siquiera que hora es.
Lo cautivador de nuestro carácter es que no nos damos cuenta de nuestra propia contradicción. Antier éramos policías de balcón, increpando a viva voz al infame escapista y marcándole con el ascua ardiente de la delación, y hoy salimos tan campantes a retozarnos con el prójimo. Y todo, lo hacemos convencidos de ser ciudadanos modelos, mascarones de proa del civismo, silbando patrioteros al ritmo de todos unidos a por el virus.
Resistiré,.....