OBITUARIO A J..M. LOPEZ LINDOSO (JAVIER FRANCIA Y ASIER GUEZURAGA)

De Villaverde. De Trucios. Se le notaba a cada paso, a cada ademán. Por eso siempre vivió tan pegado a la tierra. Lo notabas en cuanto te apretaba la mano, encallecida, rugosa, como si al apretártela quisiera dejarte el sello nutricio de sus orígenes.

Siempre pensé que en Bilbao vivía de prestado. Para huir del aire británico propio De la Villa nunca se vestía con traje. Era de chaqueta y camisa de colores claros de manga corta que dejaba ver el sol tatuado en sus brazos venosos. Lazo de corbata a media asta, siempre sin anudar, para que no le cortase esa voz de bajo de opereta verdiana. Por la que vertía socarronería en cada uno de sus poros.

Como si le faltase el aire del valle volvía allí los fines de semana para aplicarse a la tierra encartada. A su labranza. Probablemente, así sobrellevaba ese urbanismo moderno tan contradictorio con la fortaleza que gastaba. La que había acumulado durante su infancia y juventud sobre la peana de ver tantos seres vivos vertiendo su alma dentro al desangrarse.

Probablemente con él se nos va un tipo de asesor fiscal. De vieja cuña. Ese apego al costumbrismo estoico se trasladaba hasta su despacho. Decoración austera, propia de una personalidad sin concesiones al engolosinamiento. Lo que tocaba a un hombre encartado nacido en la rudeza de la posguerra.

Quizás no fuese el que más normas conocía o el que más jurisprudencia leía. Lo suplía con don de gentes, crecía en la corta distancia. Labraba amistades en Hacienda, entre los clientes o entre los compañeros del sector. De sus tiempos como mascarón de proa en la Delegación de la AEDAF recuerdo que imprimió a la asociación el dinamismo que él mismo derrochaba. Cursos, actividades, continua Interactuación con la Administración. Tendiendo puentes, tal y como a el le gustaba. En la profesión y en la vida.

Se agarró firmemente a la vida nada más intuir las dentelladas de la enfermedad que finalmente se lo ha llevado por delante. Era tal su fortaleza que, a pesar de su gravedad, le ha dado tiempo a ordenar el garito antes de irse. Por lo menos, nadie le escuchó quejarse, a lo sumo una media sonrisa burlona. No hubiera quedado recio. Y el lo era.

Como ocurre con los hombres de bien nos deja un jodido legado. El tratar de estar siempre a su altura. Porque nadie le podrá achacar jamás el no ser amigo de sus amigos. Ni tratar de mejorar los cánones de la profesión a la que brindó su vida.

Va por él.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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