MACHEZ

No soy un mormón, así que me la trae floja la catadura ética de los actos de los demás. Además, para hablar de los demás ya están los demás. Pero hay verdades ancestrales desprovistas de cualquier tipo de visillo moral. Es como cuando ves una foto en blanco y negro, que da igual que los tipos sonrían porque, siempre parecen tristes.

Cuando me choco con una noticia con revuelo mediático acostumbro a hacerme una pregunta. Me podía haber pasado a mi o no. Si respondo afirmativamente, por ejemplo en un positivo por alcoholemia, que no hay que ser melifluo, no hago jirones con el político de turno. Por el contrario, no me importe zaherir al vituperado en aquellos casos en los que no comulgo con el pecado.

La noticia de la violacion grupal del Parque Etxebarria, unida a otro tipo de oprobios encadenados en la materia, pone de manifiesto que el mundo que estamos dejando a nuestros hijos se nos ha colado por la cloaca y su futuro se ha tiznado de un negro más negro que el sueño de un murciélago.

Lo ocurrido rezuma de todas las pandemias de la sociedad moderna. Contacto trenzado mediante el pozo negro de las redes sociales, escuadrón de la muerte acechando en lugar solitario, en esa alegoría de que en grupo y azuzado por los corifeos, el individuo supura lo peor de sí mismo.

Y por si fuera poco, el vulgo imprecando contra la canallesca esgrimiendo una Ley del Talión que pasa por encima contra la sacrosanta justicia, a la que se le acusa de cavilar de espaldas a la sociedad.

He preferido abstraerme de lo que regurgita la prensa local sobre la noticia. Me resulta estomagante te la vaharada de amarillismo alarmista, aún entendiendo que les ha llenado el periódico de contenidos en la informativamente árida primera quincena de agosto. Me he tratado de quedar con los datos objetivos que me han servido para encadenar estas reflexiones.

No me logro quitar un deje de desagrado por vivir rodeado de tanta ignominia. Por que esa machez, entendida esta como esa imposición atávica del macho sobre la hembra, no solo no se destierre sino que repunte entre una adolescencia, parte de la cual piensa que los sentimientos se engarzan con el material de las esposas que encadenan.

Y que las relaciones se construyen a golpe de whatsapp, Instagram o el Facebook, sin necesidad de gestionar el don de la palabra o tratar de hacer sentir bien al que tienes al lado, para que decida libremente si le merece la pena el quedarse a tu lado. Simplemente, porque le haces bien y cataliza todo lo mucho o poco bueno que puedas tener. Falta de seguridad en ti mismo. 

Y también he de decirlo porque la denostada violencia de género y los delitos sexuales de unos infames sea utilizada como arma arrojadiza y ariete por parte de asaltacunetas y sacacuartos pars subvertir el estado de opinión. Y sacar partido en forma de subvenciones, juicios o altavoces mediáticos. 

En definitiva, de que, habiendo cambiado todo en esta sociedad, sigamos siendo unos cafres como lo eran nuestros abuelos. O incluso peor, porque ellos no tenían internet.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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